COVID-19 está cambiando por complete la vida de todo americano, incitando una ola de ansiedad en todo el país. De hecho, antes de que la pandemia alcanzara su punto máximo la semana pasada, más de un tercio de los adultos encuestados opinaron que el coronavirus estaba provocando un impacto negativo en su salud mental. También, más de la mitad estaban sumamente preocupados por perder sus trabajos y, aún más, temían que alguien de su familia se enfermara con el virus.

Lamentablemente, a medida que esta crisis continúe, podremos esperar que esos números aumenten.

Además del miedo a contraer COVID-19, millones viven con una ansiedad financiera que va en aumento a medida que las empresas cierran y su fondo de 401 (k) cae en picada. Las familias de todo el país están luchando para trabajar sin contar con el apoyo del cuidado infantil. Más que nunca, los ancianos y los enfermos se encuentran cada vez más solos. Esto no quiere decir nada de nuestra fuerza laboral de salud, que la misma trabaja turnos de más de 15 horas en condiciones y circunstancias cada vez más peligrosas.

Nuestro estrés colectivo tiene el potencial de convertirse en una tensión sostenida a largo plazo a medida que las consecuencias de esta pandemia se extiendan en la sociedad. Respecto a ese sentido, el efecto mental y emocional de COVID-19 es tanto una amenaza para la salud pública como el virus mismo.

El estrés crónico e implacable, particularmente el que proviene de la pérdida de trabajo, dificultades financieras o agotamiento constante, es duro para nuestras mentes y nuestros cuerpos. El mismo, causa “desgaste” que puede desencadenar muchísimos efectos adversos para la salud como enfermedades cardíacas, obesidad y derrames cerebrales. También puede inducir a las personas a consumir más alcohol y drogas con aún más efectos negativos a la salud.

La soledad es otro determinante social de la salud. Los estudios muestran que las personas que carecen de alguna conexión social fuerte a menudo tienen patrones de sueño interrumpidos, más inflamación y niveles altos de hormonas del estrés. Esto, puede debilitar sus sistemas inmunes, reduciendo su capacidad de defenderse de la enfermedad. En total, la evidencia sugiere que la soledad puede ser peor para su salud que fumar 15 cigarrillos al día.

Por lo tanto, a medida que trabajamos en la comunidad de salud pública para mantener a las personas seguras en medio de la pandemia de coronavirus, es fundamental que le demos prioridad también la salud mental y emocional, especialmente para aquellos que ya son propensos a la depresión, la ansiedad y otras condiciones derivadas de salud mental.

Todos deberíamos tomar más tiempo y cuidarnos durante este tiempo en que vivimos. Por supuesto, muchos de nuestras maneras de lidiar con el estrés (ir al gimnasio, cenar con amistades, ver deportes o asistir a la iglesia) están prohibidas en el futuro cercano. Pero, mientras tanto, hay muchas cosas que podemos hacer para mejorar nuestro bienestar.

1. Practique el distanciamiento físico, pero no el aislamiento social. Gracias a la tecnología, hay innumerables maneras de estar cerca de nuestros seres queridos mientras se mantiene una distancia saludable. Mantenga contacto con su familia a través de Skype o FaceTime, llame a viejos amigos o responda a los correos electrónicos que ha estado por contestar durante semanas (o meses). Mientras más conectados estemos entre nosotros, mejor estaremos todos.

2. Mantente activo física y mentalmente. Mantener ocupadas nuestras mentes y cuerpos es clave para el bienestar en general, especialmente en tiempos de crisis. Propóngase participar en actividades que le brinden alegría, ya sea dar un largo paseo, tratar una nueva receta de comida o practicar un instrumento musical. Intente resucitar ese viejo pasatiempo que de alguna manera u otra paró de hacer por llevar una vida ocupada o aprende un nuevo idioma. También hay cientos de aplicaciones móviles dedicadas al yoga, meditación, ejercicios en el hogar y otras actividades que ayudan a mantenerse tranquilo.

3. Limite la lectura de las noticias. Es bien importante obtener información precisa y actualizada durante toda la pandemia, pero leer en exceso o ver las noticias puede afectar negativamente su bienestar. Limite la cantidad de tiempo que pasa en las redes sociales o noticias que no le hacen sentir mejor. Recuerde, está bien desconectarte por un tiempo.

4. Cree una nueva rutina que se adapte a su nueva normalidad. En este momento de incertidumbre, crear una rutina puede aliviar nuestra ansiedad y darnos una sensación de control sobre nuestra vida cotidiana. Trate de seguir un horario fijo, con un horario para dormir, despertarse cada día, tener comidas regulares y saludables. Además, establezca algunas metas diarias manejables para usted.

5. Busque ayuda cuando la necesite. Es importante comunicar con alguien si se siente abrumado. Esto puede significar hablar con amistades, familiares o con alguien de su confianza. También puede significar buscar ayuda con un profesional experto en la salud mental. Puede que no sea factible ver a un terapeuta en persona en este momento, pero muchas aseguradoras como Medicare están ampliando la cobertura de los servicios de consultoría virtual.

No hay duda de que las próximas semanas y meses serán difíciles, y los tiempos aún más difíciles aún están por venir. Nadie puede decir con certeza cuánto tiempo durará esta pandemia o cuándo nuestras vidas volverán a la normalidad. ¡Algunas personas incluso predicen una nueva normalidad! Pero, si nos cuidamos bien, a nosotros mismos y a los demás, podremos salir de esta crisis más resistentes y, quizás, mentalmente, más fuertes que nunca.

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Author(s)

  • Michelle A. Williams

    Dean of the Faculty, Harvard T.H. Chan School of Public Health

    Michelle A. Williams, SM ’88, ScD ’91, is Dean of the Faculty, Harvard T.H. Chan School of Public Health, and Angelopoulos Professor in Public Health and International Development, a joint faculty appointment at the Harvard Chan School and Harvard Kennedy School. She is an internationally renowned epidemiologist and public health scientist, an award-winning educator, and a widely recognized academic leader. Prior to becoming Dean, she was Professor and Chair of the Department of Epidemiology at the Harvard Chan School and Program Leader of the Population Health and Health Disparities Research Programs at Harvard’s Clinical and Translational Sciences Center. Dean Williams previously had a distinguished career at the University of Washington School of Public Health. Her scientific work places special emphasis in the areas of reproductive, perinatal, pediatric, and molecular epidemiology. Dean Williams has published over 450 scientific articles. She was elected to the National Academy of Medicine in 2016. The Dean has a master’s in civil engineering from Tufts University and master’s and doctoral degrees in epidemiology from the Harvard Chan School.
  • Shekhar Saxena

    Professor of the Practice of Global Mental Health at the Department of Global Health and Population

    Harvard T. H. Chan School of Public Health

    Shekhar Saxena is Professor of the Practice of Global Mental Health at the Department of Global Health and Population at the Havard T. H. Chan School of Public Health. A psychiatrist by training, he has served in the World Health Organization (WHO) since 1998. From 2010 to 2018 he was the Director of the Department of Mental Health and Substance Abuse at the WHO. In 2017, he received the prestigious Leon Eisenberg Award from Harvard Medical School. Author of more than 300 academic papers, he functioned as an editor of the Lancet Series on Global Mental Health 2007 and 2011, and the Lancet Commission on Global Mental Health and Sustainable Development 2018. His expertise includes providing advice and technical assistance to policy makers on prevention and management of mental, developmental, neurological and substance use disorders and suicide prevention.